viernes, 24 de abril de 2009

UN SALUDO...



¿ES POSIBLE SEGUIR COMPITENDO DE ESTA MANERA?
Jueves, 09 de abril de 2009
La nota del extraordinario periodista Ezequiel Fernández Moores (Más grande, más fuerte, más rápido) junto al capitulo del libro HISTORIA POLITICA DEL DEPORTE ARGENTINO (1610-2002), de Víctor F. Lupo publicado en el año 2004, nos llama a la reflexión con que titulamos esta nota. Es posible seguir compitiendo en el deporte de Alto Rendimiento sin violar el espíritu deportivo. Seguramente este debate que comienza aca no tenga una sola respuesta. Pero desde Mundo Amateur llamamos a la reflexión a lo que estamos exponiendo a nuestros jóvenes en estas competencias.
La Nación
Por: Ezequiel Fernández Moores
Más grande, más fuerte, más rápido

Má, quería contarte que consumí esteroides", confiesa Chris Bell a su madre, que lo mira horrorizada.
¿Por qué, hijo? ¿Por qué? Si yo te hacía leer la Biblia todas las mañanas", dice la madre, entre sollozos.
"Es que yo quería parecerme a Arnold Schwarzenegger y para eso eran mejores los esteroides que la Biblia", responde el hijo.
En otro momento de Bigger, Stronger, Faster (Más grande, más fuerte, más rápido), un formidable documental exhibido en el 11° Festival de Cine Independiente (Bafici) que concluye este domingo en Buenos Aires, Chris Bell cuenta que él consumió esteroides y que dejó de hacerlo porque le provocaba un conflicto ético. Pero advierte que las drogas son moneda corriente no sólo dentro del deporte, sino en la sociedad, y que muchos no se hacen problemas como él. Le pregunta, por ejemplo, a un actor porno que consume viagra si ello le produce algún dilema moral.
"Esto es porno", le dice el actor, sin que haga falta más.
¿Y a ustedes?", pregunta luego Bell a dos pilotos que vuelven de combatir en Afganistán, donde tomaban anfetaminas antes de cada vuelo.
"Esto es la guerra, el fair play es para el deporte", responden los pilotos.
También se justifican los estudiantes que pasan la madrugada entre libros y anfetaminas (Adderall) y los músicos que consumen beta-bloqueantes antes de cada función. Bell, una especie de Michael Moore del deporte, se pregunta si la operación de laser de Tiger Woods para tener una vista perfecta no podría ser una ventaja artificial. Se interroga sobre una sociedad química que les pide a sus deportistas que compitan tomando agua natural. Y, más inquietante aún, tras estudiar el tema tres años y debatirlo con médicos especialistas, Bell se pregunta por qué, en lugar de demonizarlos, no se habla de modo más adulto sobre los verdaderos efectos colaterales que produce el uso no el abuso de los esteroides anabólicos (abonos musculares). Los efectos colaterales que en realidad propone debatir Bell son los que produce vivir en una sociedad que, según dice, se jacta de respetar las reglas, pero sólo celebra el éxito, al precio que fuere, y que, además, está obsesionada por los cuerpos "perfectos".
Chris Bell logró que Bigger, Stronger, Faster, premiado como mejor documental del Festival Sundance de 2008, se convirtiera en uno de los trabajos más notables de investigación en el deporte, un mundo más afecto a la fiesta o al drama que al análisis. Bell entrevista a Ben Johnson, el canadiense tramposo expulsado de los Juegos de Seúl 88 y a su rival Carl Lewis, a quien le fue asignado finalmente el oro de los 100 metros y quedó como supuesto ícono del deporte limpio. Pero Bell entrevista además a Wade Exum, el ex dirigente del Comité Olímpico de los Estados Unidos (USOC) que muestra los documentos que comprueban que también Lewis dio positivo en tres controles previos a los Juegos, sólo que fueron tapados por las autoridades. Bell entrevista también a Floyd Landis, el ciclista que ganó dopado el Tour de Francia. Hace hablar a especialistas como el muy reputado científico Charles Yessalis, que no deja bien parado a su colega Gary Wadler, de la Agencia Mundial Antidoping (WADA). Y, más interesante aún, demuele en una entrevista al senador republicano Henry Waxman, que ignora lo elemental pese a que presidió una Comisión del Congreso que debatió públicamente sobre los esteroides en el béisbol durante 152 horas, más tiempo, dice Bell, que el dedicado a la guerra en Irak o al huracán Katrina.
Chris Bell desnuda la hipocresía y la complejidad del asunto dentro de su propia familia. Sus padres, trabajadores, católicos y buena gente, no toleran los esteroides. Pero saltan extasiados cuando otro de sus hijos gana un torneo de pesas levantando 352 kg, con un cuerpo modelado por los esteroides. Es dramático el momento en el que el padre advierte que su hijo mayor, un luchador fracasado pero obsesionado por la fama, terminará suicidándose. Ese hijo, también entrevistado por Bell, apareció muerto en una habitación de un hotel meses después del estreno del documental. Chris y sus dos hermanos crecieron con ídolos como Schwarzenegger y Sylvester Stallone, Conan el Bárbaro y Rambo, según los cita Ronald Reagan en sus discursos bélicos. Stallone también fue Rocky y Bell recuerda que el filme lo muestra subiendo escaleras y no inyectándose esteroides, lo que sí hace en cambio Drago, su rival ruso. "Todo era mentira", dice Bell, cuyo documental tampoco deja bien parado a Joe Biden, actual vicepresidente de Barack Obama, durísimo contra los esteroides, pero silencioso ante el tabaco y el alcohol, que producen muchas más muertes. Más que los efectos de los esteroides anabólicos, Bell se pregunta qué le pasa a una sociedad que decide utilizarlos y que permite una industria de 24.000 millones de dólares en suplementos sin regulación, al punto que él mismo fabrica uno ante las cámaras. Lo hizo al costo de un dólar y lo vende a 60 y lo único ilegal, afirma, fueron los mexicanos indocumentados que contrató para el trabajo. La moda de los cuerpos anabolizados, según el documental, lo refleja el crecimiento del muñeco militar G.I.Joe, cuya masa muscular se infló con los años hasta parecerse a Schwarzenegger. ¿Acaso no diríamos lo mismo de los Batman y los Superman de los 70, a los que hasta se les veían rollitos, algo impensable para los Godzillas actuales? Chris Bell desnuda hipocresías de George W. Bush, que cuando fue dueño del equipo de beisbol de los Rangers, de Texas, toleró los esteroides y luego los combatió como político. Y personifica la hipocresía máxima con Schwarzenegger. Lo muestra en discursos políticos diciendo que él siempre respetó las reglas. Pero recuerda su pasado de Mr. Olimpia que llegó a Hollywood gracias a su físico formado por los esteroides. Terminator no se infló al nivel de Gregg Valentino (sus bíceps deformes son una de las imágenes más shockeantes del documental). Pero Schwarzenegger, hijo de un policía afiliado al nazismo, mintió. El mundo del culturismo aún hoy lo adora. Muchas de sus revistas informan sobre los torneos "Arnold Classic" y tienen secciones como "Arnold Expo", "Arnold Seminar" o "Arnold Hotline", mientras dan máximas sobre vida sana, pero simultáneamente aconsejan sobre cómo inflar músculos burlando controles antidoping.
En su intento por desmitificar la demonización de los esteroides, Bell omite las sospechas sobre muertes de atletas vinculadas al consumo de esteroides, como el caso de Florence Griffith, la reina de la velocidad de Seúl 88 que murió a los 38 años de un inesperado ataque cardíaco, entre otras. ¿Importarán los esteroides a muchos aficionados que aman hoy más al espectáculo que al deporte? Aunque tampoco lo menciona, el documental de Bell tal vez hubiese sido útil a Andreas Munzer, culturista número 1 de Alemania durante una década. Munzer nació en la misma región austríaca que Schwarzenegger, su ídolo. Y murió meses después de finalizar sexto en el Arnold Classic de 1996. Venía de un ciclo duro: dos ampollas de testosterona por día, esteroides Halotestin y Anabol, combinados con Masteron y Parabolan, entre 4 y 24 unidades de hormona de crecimiento, insulina, cinco aspirinas diarias, efedrina y Captagón. En los días previos a la competencia su comida diaria bajó de 8000 a 2000 calorías. Y tomó los diuréticos Aldactone y Lasix. Desatendió dolores estomacales y murió deshidratado. Un libro escrito por el periodista John Hoten cuenta que Schwarzenegger envió a la familia un mensaje de condolencias de apenas seis palabras: "Un saludo póstumo para un amigo".