

¿AL JUDO?, ¡Mi Corazón!
Entrevista a Driulis González en el anuncio de su retiro
El adiós de Driulis por ARIEL B. COYA
Una genial judoca se despide oficialmente, por estos días, de los tatamis en su natal Guantánamo, donde hace poco más de 20 años inició una carrera formidable. A Driulis González Morales le aguarda un futuro que todavía no adivina, pero que pronto descubrirá, no ya como gloria del deporte, sino en calidad de auténtico mito viviente.
Puro brío, destreza, sonrisa, ilusión; está hecha del material con que solo se fabrican los sueños.
Cuatro medallas olímpicas (1-1-2), siete mundiales (3-1-3) y 11 títulos continentales, entre Juegos Panamericanos (4) y campeonatos de la disciplina (7), no están mal para alguien que en principio deseaba dedicarse al atletismo. ¿Cómo es eso?
Pues sí, a mí siempre me ha gustado el atletismo y más que por embullo de una hermana mía terminé en el judo porque, al entrar en la EIDE, no había otra cosa. Es decir, que era practicar judo o quedarme sin deporte. Así que me presenté a las pruebas, sin saber muy bien de qué se trataba, y en un examen de barras hice más que todas las demás niñas allí ese día, con lo cual finalmente me aceptaron, aunque después se armó el lío en la casa, porque tú sabes cómo es la familia para esas cosas: ¡¿Una mujer en un deporte de combate?! ¡Muuuchacho! Mi mamá al principio no quería saber de aquello.
Quién lo diría. Pero anda, cuéntame cómo te trata la gente por la calle
Bueno, imagínate, si antes casi no me veían por los entrenamientos y la enorme cantidad de competencias, ahora me tienen loca. Dondequiera que voy se meten conmigo, con esos dicharachos que tenemos los cubanos. Y eso me llena de orgullo, porque demuestra cuánto valoran el judo que yo hacía.
Fíjate si es así, que todos sufrimos, como en carne propia, cuando no pudiste conquistar tu quinta medalla olímpica en Beijing’08.
Sí, la verdad es que yo también sufrí mucho, porque quería retirarme con cinco medallas, después de haberme preparado con tanto sacrificio y entrega, aunque al final no pudo ser, porque así es el deporte, y a veces también te toca perder, aunque no te guste.
De cualquier forma, es casi seguro que pocos olvidarán el oro de Atlanta’96, en aquella épica final ante la sudcoreana Jun Sun-Yong, tras haber superado una grave lesión cervical que por poco te aparta de aquellos Juegos.
Fue muy duro, porque casi quedo fuera del equipo, y solo pude volver a entrenar faltando casi dos meses para asistir, con un tremendo déficit en la preparación. De modo que puse a prueba mi voluntad ante aquella lesión, dándome ánimo yo misma mientras entrenaba con el collarín, porque tenía mucho espíritu y sabía las grandes probabilidades de éxito que traía ese año contra la sudcoreana, que era la otra favorita, pero a la cual ya había vencido antes. Y fue muy bonito. Ver que nada resultó en vano y sí pude consagrarme, pese a todo, con aquella medalla, después de mi primer bronce en Barcelona’92.
Llegó entonces Sydney’00 sin que pudieras revalidar el título, aunque muchos lo esperaban. ¿Qué ocurrió en aquella final con la española Isabel Fernández?
Esa plata aún me duele, porque todavía hoy pienso que podía haber repetido el oro de Atlanta y no me explico cómo perdí, por mucho que aquella española me enredara con su estilo, pues combatía de un modo extraño, que no era judo ni era nada. Aquello no se sabía bien qué cosa era y me sacó de paso. Sí, aquella plata definitivamente me sigue doliendo.
Ya en Atenas te vimos competir en una división ajena a los 56-57 kilogramos, donde siempre habías incursionado. ¿Qué tan difícil era mantener el peso?
Realmente no era tan difícil como mantener la disciplina. Que es mucha. Porque las dietas demasiado drásticas o excesivas constituyen una agresión a tu organismo y eso tienes que irlo dominando según aprendas a conocer tu cuerpo, aunque con el paso de los años también se hace más complicado, sobre todo con la maternidad, que fue lo que en definitiva me impulsó a los 63 kilogramos, en diciembre del 2003, en una competencia en Japón donde participé por primera vez en esa división y también gané medalla. Pero es fundamentalmente eso: disciplina. Fíjate si es así que en ocasiones yo misma le decía a mi esposo cuando salíamos de algún lugar: "Vete adelante y espérame en tal punto que yo voy corriendo". Y lo hacía. ¿Pasarme de peso? ¡Muchacho, por cuánto en la vida!
¿Tan riguroso era el profesor Ronaldo Veitía?
¡Uf! Lo que sí te puedo asegurar es que no era nada fácil. Al Profe yo lo entiendo ahora un poco más, porque es verdad que debe ser difícil para un hombre lidiar con tantas mujeres. Como él solía decir entre los muchos dicharachos que tiene: "Las mujeres son como los crucigramas". De ahí que no siempre todo ocurría de la mejor manera, aunque yo hoy le estoy muy agradecida, porque de él aprendí todo lo que sé en el judo y un poco también en la vida, sin importar las barreras ni los obstáculos.
Viendo ese retrato en la pared, no podía dejar de pensar en aquel equipo irrepetible que formaste junto a Legna, Amarilys, Daima
El adiós de Driulis por ARIEL B. COYA
Una genial judoca se despide oficialmente, por estos días, de los tatamis en su natal Guantánamo, donde hace poco más de 20 años inició una carrera formidable. A Driulis González Morales le aguarda un futuro que todavía no adivina, pero que pronto descubrirá, no ya como gloria del deporte, sino en calidad de auténtico mito viviente.
Puro brío, destreza, sonrisa, ilusión; está hecha del material con que solo se fabrican los sueños.
Cuatro medallas olímpicas (1-1-2), siete mundiales (3-1-3) y 11 títulos continentales, entre Juegos Panamericanos (4) y campeonatos de la disciplina (7), no están mal para alguien que en principio deseaba dedicarse al atletismo. ¿Cómo es eso?
Pues sí, a mí siempre me ha gustado el atletismo y más que por embullo de una hermana mía terminé en el judo porque, al entrar en la EIDE, no había otra cosa. Es decir, que era practicar judo o quedarme sin deporte. Así que me presenté a las pruebas, sin saber muy bien de qué se trataba, y en un examen de barras hice más que todas las demás niñas allí ese día, con lo cual finalmente me aceptaron, aunque después se armó el lío en la casa, porque tú sabes cómo es la familia para esas cosas: ¡¿Una mujer en un deporte de combate?! ¡Muuuchacho! Mi mamá al principio no quería saber de aquello.
Quién lo diría. Pero anda, cuéntame cómo te trata la gente por la calle
Bueno, imagínate, si antes casi no me veían por los entrenamientos y la enorme cantidad de competencias, ahora me tienen loca. Dondequiera que voy se meten conmigo, con esos dicharachos que tenemos los cubanos. Y eso me llena de orgullo, porque demuestra cuánto valoran el judo que yo hacía.
Fíjate si es así, que todos sufrimos, como en carne propia, cuando no pudiste conquistar tu quinta medalla olímpica en Beijing’08.
Sí, la verdad es que yo también sufrí mucho, porque quería retirarme con cinco medallas, después de haberme preparado con tanto sacrificio y entrega, aunque al final no pudo ser, porque así es el deporte, y a veces también te toca perder, aunque no te guste.
De cualquier forma, es casi seguro que pocos olvidarán el oro de Atlanta’96, en aquella épica final ante la sudcoreana Jun Sun-Yong, tras haber superado una grave lesión cervical que por poco te aparta de aquellos Juegos.
Fue muy duro, porque casi quedo fuera del equipo, y solo pude volver a entrenar faltando casi dos meses para asistir, con un tremendo déficit en la preparación. De modo que puse a prueba mi voluntad ante aquella lesión, dándome ánimo yo misma mientras entrenaba con el collarín, porque tenía mucho espíritu y sabía las grandes probabilidades de éxito que traía ese año contra la sudcoreana, que era la otra favorita, pero a la cual ya había vencido antes. Y fue muy bonito. Ver que nada resultó en vano y sí pude consagrarme, pese a todo, con aquella medalla, después de mi primer bronce en Barcelona’92.
Llegó entonces Sydney’00 sin que pudieras revalidar el título, aunque muchos lo esperaban. ¿Qué ocurrió en aquella final con la española Isabel Fernández?
Esa plata aún me duele, porque todavía hoy pienso que podía haber repetido el oro de Atlanta y no me explico cómo perdí, por mucho que aquella española me enredara con su estilo, pues combatía de un modo extraño, que no era judo ni era nada. Aquello no se sabía bien qué cosa era y me sacó de paso. Sí, aquella plata definitivamente me sigue doliendo.
Ya en Atenas te vimos competir en una división ajena a los 56-57 kilogramos, donde siempre habías incursionado. ¿Qué tan difícil era mantener el peso?
Realmente no era tan difícil como mantener la disciplina. Que es mucha. Porque las dietas demasiado drásticas o excesivas constituyen una agresión a tu organismo y eso tienes que irlo dominando según aprendas a conocer tu cuerpo, aunque con el paso de los años también se hace más complicado, sobre todo con la maternidad, que fue lo que en definitiva me impulsó a los 63 kilogramos, en diciembre del 2003, en una competencia en Japón donde participé por primera vez en esa división y también gané medalla. Pero es fundamentalmente eso: disciplina. Fíjate si es así que en ocasiones yo misma le decía a mi esposo cuando salíamos de algún lugar: "Vete adelante y espérame en tal punto que yo voy corriendo". Y lo hacía. ¿Pasarme de peso? ¡Muchacho, por cuánto en la vida!
¿Tan riguroso era el profesor Ronaldo Veitía?
¡Uf! Lo que sí te puedo asegurar es que no era nada fácil. Al Profe yo lo entiendo ahora un poco más, porque es verdad que debe ser difícil para un hombre lidiar con tantas mujeres. Como él solía decir entre los muchos dicharachos que tiene: "Las mujeres son como los crucigramas". De ahí que no siempre todo ocurría de la mejor manera, aunque yo hoy le estoy muy agradecida, porque de él aprendí todo lo que sé en el judo y un poco también en la vida, sin importar las barreras ni los obstáculos.
Viendo ese retrato en la pared, no podía dejar de pensar en aquel equipo irrepetible que formaste junto a Legna, Amarilys, Daima
Yo pienso que sí, puede llegar a existir un equipo como aquel, aunque pasarán todavía muchos años sin que la gente lo olvide. Porque era fenomenal. Más que un equipo éramos una familia, donde todas, cada una con su carácter, nos apoyábamos en los entrenamientos, las competencias y en lo que hiciera falta. Y todas lográbamos medallas. Tanto es así que no había una competencia en la que las rivales no se santiguaran cuando íbamos las cubanas.
Sobre eso mismo te quería preguntar con respecto al equipo actual, porque los resultados ya no son iguales, como demostró el último mundial.
Ni yo misma tengo muy claro el porqué, aunque es obvio que ya no es el judo de antes. Es otra etapa. Otra época, otra generación. Y es complicado
Sobre eso mismo te quería preguntar con respecto al equipo actual, porque los resultados ya no son iguales, como demostró el último mundial.
Ni yo misma tengo muy claro el porqué, aunque es obvio que ya no es el judo de antes. Es otra etapa. Otra época, otra generación. Y es complicado
Quizá tenga que ver con que el Profe esté cansado y el nivel de exigencia a lo mejor no es el mismo, aunque sean atletas jóvenes. Porque hace un rato tú me preguntabas sobre el peso en cada división y yo recuerdo que una vez por dos kilogramos de más sentí vergüenza y no me presenté al entrenamiento. Además, la preparación antes era fortísima. La gente que nos veía decía: "¡Estas mujeres pelean como hombres!". Hasta los hombres lo reconocían, porque nosotras tratábamos de simular en las prácticas los combates reales y yo, por ejemplo, le decía a Legna o a Amarilis, "ponte así, ponte asao", como la japonesa o la sudcoreana, para imitar un duelo con ellas. Nunca me casaba con una técnica para que mis rivales no supieran cómo ni por dónde las iba a atacar. Tan fuerte era la preparación, que cuando una de nosotras perdía con alguien afuera, enseguida redoblaba los esfuerzos para ganarle la próxima, porque la derrota nos irritaba. La entrega era total sobre el tatami. Yo se lo decía el otro día a las más jóvenes del equipo actual, porque si uno se entrena bien, al final siempre se ve el resultado.
Ya lo creo, pues, sin duda, lo dice la voz de la experiencia, pero dime, qué te aportó el judo en todos estos años.
Yo creo que una carrera muy bonita, porque sin ignorar el sacrificio inmenso y los sinsabores (que también los hay), hice todo lo que pude y logré todo cuanto quise. Ya sabes, mis medallas, el cariño de la gente, mi vida en general
Y a cambio, ¿qué le ofreciste tú?
¿Al judo? Mi corazón.
Ya lo creo, pues, sin duda, lo dice la voz de la experiencia, pero dime, qué te aportó el judo en todos estos años.
Yo creo que una carrera muy bonita, porque sin ignorar el sacrificio inmenso y los sinsabores (que también los hay), hice todo lo que pude y logré todo cuanto quise. Ya sabes, mis medallas, el cariño de la gente, mi vida en general
Y a cambio, ¿qué le ofreciste tú?
¿Al judo? Mi corazón.