viernes, 12 de septiembre de 2014

OPINION DESDE EL NORTE

Entrevista - Héctor Benavidez Martínez

"Tergiversaron el yudo; no hay técnica y ahora todo es fuerza"

Anticipó que volverá a enseñar.

DEL ALBUM DE LOS RECUERDOS. Benavidez Martínez y uno de los numerosos grupos de yudocas que formó. LA GACETA


El yudo tucumano tiene un "padre": Héctor Benavides Martínez. El trajo el arte marcial a la provincia hace nada menos que 50 años, y durante décadas formó a interminables camadas de practicantes. Respeto, admiración y cariño son los denominadores comunes cada vez que sus antiguos pupilos hablan del maestro. Benavides Martínez tiene mucho para decir, y así lo hizo durante una extensa charla con LA GACETA.

- ¿Cómo llegó con el yudo a Tucumán?

- Lo recuerdo: fue el 15 de octubre de 1959. Hubo una reunión en Buenos Aires con la Confederación Argentina de Judo, proponían expandir la disciplina a todas las provincias. A mí me tocó venir a Tucumán; la Confederación me pagaba la estadía durante un mes. Al otro día de mi llegada la gente colmó el hotel. Empezamos en Tucumán de Gimnasia y de a poco el club se llenó de alumnos.

- ¿Cómo ve al yudo en la actualidad?
- Han tergiversado el yudo: la técnica y la suavidad prácticamente se perdieron. Ahora es todo fuerza, se entrenan con pesas. Los yudocas son musculosos pero tambien son duros, estáticos, no pueden trasladarse porque están trabados. No hay técnica, hay fuerza y eso no me gusta.

- ¿Qué propone usted?
- Yo enseñaba con flexiones de brazos, nada de pesas. Por más duros que fueran mis alumnos, yo los saqué técnicos. "Entrar y tirar": eso es técnica, precisión y seguridad, lo que falta ahora.

- ¿Y cómo tomó los cambios?
- Cuando vi que la manera de luchar estaba cambiando no enseñé más. Pasaron 22 años hasta que el vicepresidente de la Federación Tucumana y ex alumno, Rodolfo Sarlo, me dijo: "el yudo tucumano se está muriendo, profe. Por la forma en que están luchando hay muchos lesionados y no puede ser. Queremos que usted enseñe y participe de los torneos para que vuelva a ser como antes: técnica, suavidad y velocidad". Así que en febrero volveré a enseñar.

- ¿Tiene las mismas ganas que cuando empezó?
- Ahora sí, porque veo al yudo muy bajo en relación con otras artes marciales que llegaron después y están arriba. Eso me duele.

- ¿Qué le parece que yudocas como Emanuel Lucenti representen a otras provincias?
- Más allá de casos particulares, voy a dar una visión global. Creo que los profesores no se preocupan por enseñar la técnica ni por explicar los lances. Salvo algunas excepciones, no enseñan a tener seguridad. Hay que capacitar a los profesores para salir adelante.

- Con el tiempo deben haberle pasado muchas cosas referidas con su actividad...
- Siempre fui chiquitito y delgado. Una vez me chocan de atrás el auto y bajo a mirar. El otro tipo, cuando sacó la pierna, utilizó media vereda para bajarse, era el doble de grande que yo. Me tiró una trompada y... todavía está cayendo, voló. De abajo me seguía insultando, estaba a cuatro pies y yo le barría las manos y volvía a caer, hasta que uno del público me dice: "profe déjelo, déjelo". Le hice caso y el tipo se levantó y se metió en un bar corriendo. "¿Qué le hizo profe?", me preguntaron (risas).
"El yudo me dejó una gran familia. A mi mujer la conocí cuando era alumna mía, después hacíamos exhibiciones juntos, hasta que tuvimos nuestro primer hijo. Además de la familia biológica, también me dejó a mis ex alumnos, que son como mis hijos".

"El dojo es un lugar sagrado"
"El dojo es un lugar sagrado porque allí murieron muchos maestros. Cuando uno entra tiene que saludar la colchoneta, tipo japonés, inclinándose. El dojo se respeta mucho. Es seriedad, silencio y práctica".